martes, 1 de julio de 2014

Arrojas, poesía al sur

El viernes 21 de junio, en coincidencia con el solsticio de invierno, se realizó la 3° edición del ciclo Arrojas poesía al Sur, que cuenta con la participación de artistas del sur porteño y de otros puntos cardinales, consagrados y emergentes que comparten poesía, en sus diversos formatos y estéticas. 
 
Espirales de humo
 
El tiempo gira en espirales que completan ciclos, pero también superan con su caudaloso presente vivencial a lo ya visto, al recuerdo corporal de una estación que se repite con sus rituales pero salta en calidad. El latido de la tierra resonó en un nuevo año: el golpe en el cuero repercutió la madera e hizo vibrar el entorno de rieles que anunciaban la llegada de un invierno sin maquinista. El fuego crujiente de hierbas secas que expresaban deseos y buenos augurios mutó en el humo que comenzó a ascender al helado cielo estrellado.
 
Y como un gesto de arrojo que nadie podía prever, volvió Arrojas Poesía al Sur. El ciclo autogestivo que había apagado temporalmente sus fueguitos en la última primavera, regresó de las cenizas a El Malevaje de La Boca, tal como el invierno pasado. A pesar del frío óseo, las lentejas y el vino ahumaron el ambiente que palpitaba el inicio del encuentro.
 
Luego del chico, piano y repique de la cuerda de tambores África Ruge, a cargo del maestro Juan Candamia, los sonidos del continente leonino perfilaron los oídos como una brújula hacia el escenario de luces tenues, donde Zulma Ducca y Laura Boscariol arriesgaron notas y melodías magnéticas.  
 
Marta Sacco, organizadora del ciclo junto a Ducca, presentó el encuentro y a continuación tuvo comienzo la mesa de poetas anfitriones, con la participación de Carlos Moretti, del Frente de Artistas del Borda (que junto a los talleres de escritura de los hospitales de Barracas y la editorial Eloísa Cartonera ya forman parte del elenco estable del ciclo), que leyó poemas de internos y reivindicó los talleres protegidos recientemente truncados por el gobierno porteño; Wálter Hidalgo, joven poeta ganador del Premio Sudaca Border 2013 de Eloísa Cartonera, que le editará su libro Soy un villero, del cual leyó pinceladas de impresiones callejeras; y Mariángeles Taroni, residente del Valle de Punilla en Córdoba, que contó las peripecias de vivir en un rancho en la montaña, en diálogo permanente con la naturaleza, sus alimañas, sabores y ruidos. A continuación, Ducca y Boscariol entonaron “Que sea el río”, con letra de Taroni.
 
Más tarde, la poeta y traductora Amalia Sato dio inicio al capítulo oriental con la presentación del teatro japonés de láminas conocido como kamishibai. La directora de la revista Tokonoma leyó un texto de Damián Blas Vives que relata un mito japonés en el que aparece la diosa del Sol, Amaterasu, mientras Nicolás Prior presentaba las ilustraciones de su autoría, descorriendo una y otra lámina en simultáneo a la historia. Luego Sato leyó un par de poemas más que dieron pie al siguiente segmento. Pero todavía faltaba un avistaje hacia (Asia) el horizonte del levante, que abrazara al sol en un nuevo ritual.
 
En la mesa de poetas invitados desde otros puntos cardinales primó el cercano Oriente. La poeta montevideana Ana Lafferranderie rescató el eco de los tambores de los rescoldos que quedaban junto a la vía, allá afuera, como viejas voces del Uruguay más africano. Y en esa lectura, la humareda se espiralaba y entrelazaba un poco más. "Se puede estar en la memoria, ser antiguo. Reconocer las palabras en su curso. Y todo lo que vino será una saga, cada cosa el giro de un ovillo. Esta voz que desborda volverá a otros para hablar de sí".
 
Luego llegó el turno de la maestra de poetas María del Carmen Colombo, nacida y criada en La Boca, que leyó tres poemas de la tercera edición de su libro La familia china, en contrapunto con Ducca y Boscariol, que musicalizaron tres de sus textos. "Son chinas las tres chicas, pintadas por el fino pincel de un copista oriental. Ojos como rendijas miran la escena de la madre, lavando el kimono en el piletón del patio. Las miradas finitas rayan las ojeras de la madre, imitación de la sombra de un árbool exótico. Le dibujan persianas cerradas para protegerla de un sol de siesta, insoportable". Desde el Malevaje, terreno de compadritos de arrabal que oficia de límite con el Barrio Chino de La Boca, brotaron como humo (como cálido vapor de la boca) voces e ideogramas en lunfardo que abrigaron a los presentes.
 
Entre ellos, el artista plástico Alfredo Portillos, que vive en el barrio boquense, y que, tal como dijo Sacco, "acompañó el fueguito que primero calentó parches y después transformó en cenizas lo no querido y, en el mismo acto, iluminó los deseos de los participantes de este ritual urbano, Inti Raymi porteño en las vías de Garibaldi, a metros de Caminito".
 
El bloque final estuvo a cargo de la música y compositora salteña Sandra Aguirre, nominada a los Premios Gardel 2013 por su disco Flores como mejor álbum de folclore alternativo. Emponchada del rojo y negro tradicional de su provincia, la comadre de Sara Mamani –quien también estuvo presente– representó al norte arrojando su voz al sur, acompañada de guitarra, pezuñas y la Rosa de los Vientos, para dar fin al encuentro con las últimas chispas y tizones de calor.
 
El micrófono abierto apenas dio espacio para la música de Julieta Cal. Pero el frío y la noche profunda obligaron al grueso de los presentes a enfundarse para una retirada satisfecha, bordeando las vías de un ocasional Expreso de Oriente. Arrojas Poesía al Sur bajó la persiana para hibernar con la despensa llena de material sensible para alimentar cuerpo y alma. El espiral completó una nueva vuelta para seguir su rumbo nuboso de deseo ascendente. Lo demás es ceniza siempre dispuesta a renacer.
 
Luc Pierrot