El viernes 21 de junio, en coincidencia con el
solsticio de invierno, se realizó la 3° edición del ciclo Arrojas poesía
al Sur, que cuenta con la participación de artistas del sur porteño y
de otros puntos cardinales, consagrados y emergentes que comparten
poesía, en sus diversos formatos y estéticas.
Espirales de humo
El tiempo gira en espirales que completan ciclos, pero también
superan con su caudaloso presente vivencial a lo ya visto, al recuerdo
corporal de una estación que se repite con sus rituales pero salta en
calidad. El latido de la tierra resonó en un nuevo año: el golpe en el
cuero repercutió la madera e hizo vibrar el entorno de rieles que
anunciaban la llegada de un invierno sin maquinista. El fuego crujiente
de hierbas secas que expresaban deseos y buenos augurios mutó en el humo
que comenzó a ascender al helado cielo estrellado.
Y como un gesto de arrojo que nadie podía prever, volvió Arrojas
Poesía al Sur. El ciclo autogestivo que había apagado temporalmente sus
fueguitos en la última primavera, regresó de las cenizas a El Malevaje
de La Boca, tal como el invierno pasado. A pesar del frío óseo, las
lentejas y el vino ahumaron el ambiente que palpitaba el inicio del
encuentro.
Luego del chico, piano y repique de la cuerda de tambores África
Ruge, a cargo del maestro Juan Candamia, los sonidos del continente
leonino perfilaron los oídos como una brújula hacia el escenario de
luces tenues, donde Zulma Ducca y Laura Boscariol arriesgaron notas y
melodías magnéticas.
Marta Sacco, organizadora del ciclo junto a Ducca, presentó el
encuentro y a continuación tuvo comienzo la mesa de poetas anfitriones,
con la participación de Carlos Moretti, del Frente de Artistas del Borda
(que junto a los talleres de escritura de los hospitales de Barracas y
la editorial Eloísa Cartonera ya forman parte del elenco estable del
ciclo), que leyó poemas de internos y reivindicó los talleres protegidos
recientemente truncados por el gobierno porteño; Wálter Hidalgo, joven
poeta ganador del Premio Sudaca Border 2013 de Eloísa Cartonera, que le
editará su libro Soy un villero, del cual leyó pinceladas de impresiones
callejeras; y Mariángeles Taroni, residente del Valle de Punilla en
Córdoba, que contó las peripecias de vivir en un rancho en la montaña,
en diálogo permanente con la naturaleza, sus alimañas, sabores y ruidos.
A continuación, Ducca y Boscariol entonaron “Que sea el río”, con letra
de Taroni.
Más tarde, la poeta y traductora Amalia Sato dio inicio al capítulo
oriental con la presentación del teatro japonés de láminas conocido
como kamishibai. La directora de la revista Tokonoma leyó un texto de
Damián Blas Vives que relata un mito japonés en el que aparece la diosa
del Sol, Amaterasu, mientras Nicolás Prior presentaba las ilustraciones
de su autoría, descorriendo una y otra lámina en simultáneo a la
historia. Luego Sato leyó un par de poemas más que dieron pie al
siguiente segmento. Pero todavía faltaba un avistaje hacia (Asia) el
horizonte del levante, que abrazara al sol en un nuevo ritual.
En la mesa de poetas invitados desde otros puntos cardinales primó
el cercano Oriente. La poeta montevideana Ana Lafferranderie rescató el
eco de los tambores de los rescoldos que quedaban junto a la vía, allá
afuera, como viejas voces del Uruguay más africano. Y en esa lectura, la
humareda se espiralaba y entrelazaba un poco más. "Se puede estar en la
memoria, ser antiguo. Reconocer las palabras en su curso. Y todo lo que
vino será una saga, cada cosa el giro de un ovillo. Esta voz que
desborda volverá a otros para hablar de sí".
Luego llegó el turno de la maestra de poetas María del Carmen
Colombo, nacida y criada en La Boca, que leyó tres poemas de la tercera
edición de su libro La familia china, en contrapunto con Ducca y
Boscariol, que musicalizaron tres de sus textos. "Son chinas las tres
chicas, pintadas por el fino pincel de un copista oriental. Ojos como
rendijas miran la escena de la madre, lavando el kimono en el piletón
del patio. Las miradas finitas rayan las ojeras de la madre, imitación
de la sombra de un árbool exótico. Le dibujan persianas cerradas para
protegerla de un sol de siesta, insoportable". Desde el Malevaje,
terreno de compadritos de arrabal que oficia de límite con el Barrio
Chino de La Boca, brotaron como humo (como cálido vapor de la boca)
voces e ideogramas en lunfardo que abrigaron a los presentes.
Entre ellos, el artista plástico Alfredo Portillos, que vive en el
barrio boquense, y que, tal como dijo Sacco, "acompañó el fueguito que
primero calentó parches y después transformó en cenizas lo no querido y,
en el mismo acto, iluminó los deseos de los participantes de este
ritual urbano, Inti Raymi porteño en las vías de Garibaldi, a metros de
Caminito".
El bloque final estuvo a cargo de la música y compositora salteña
Sandra Aguirre, nominada a los Premios Gardel 2013 por su disco Flores
como mejor álbum de folclore alternativo. Emponchada del rojo y negro
tradicional de su provincia, la comadre de Sara Mamani –quien también
estuvo presente– representó al norte arrojando su voz al sur, acompañada
de guitarra, pezuñas y la Rosa de los Vientos, para dar fin al
encuentro con las últimas chispas y tizones de calor.
El micrófono abierto apenas dio espacio para la música de Julieta
Cal. Pero el frío y la noche profunda obligaron al grueso de los
presentes a enfundarse para una retirada satisfecha, bordeando las vías
de un ocasional Expreso de Oriente. Arrojas Poesía al Sur bajó la
persiana para hibernar con la despensa llena de material sensible para
alimentar cuerpo y alma. El espiral completó una nueva vuelta para
seguir su rumbo nuboso de deseo ascendente. Lo demás es ceniza siempre
dispuesta a renacer.
Luc Pierrot
https://www.youtube.com/watch?v=3iiv63PSoVA&list=PLekjRy3nGw7KhyP-8QlOdRMiO7u5nwCfE
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