Por Luis Colombo
El cine Olavarría temblaba: tres películas: una, de Abbot y Costello; la segunda con Randolph Scott y sus disparos certeros.
Y la última, la que más esperábamos, Gregoy Peck y Ann Blyht: él, un heróico capitán a bordo de una goleta de tres palos; ella, una princesita rusa enamoradísima del norteamericano.
Suena la música, el cine vibra, todos queremos que Ogoth, el personaje, esquimal comedor de pescado crudo, arremeta contra los cadetes rusos, ayudados por los marineros del capitán.
Yo tenía 9 años, ahí conocí por primera vez la hermosa música de Brahams, también lo que era navegar en una goleta que parecía un barco fantasma. Era, sí, una auténtica aventura de amor, sin nada de almíbar, con puñetazos a granel y un final feliz.
Los "malos" eran los nobles rusos que después de acordar un convenio pesquero en Alaska, y la posterior venta de ese estado, se negaban a que la bella Ann Blyht cayera en los brazos del heroico capitán. Demás está decir que en la sala no sólo había niños sino hombres y mujeres adultos, y todos gritaban a la par, alentando a los audaces marinos por la victoria sobre los nobles rusos.
Era el cine, era el gran divertimento, aún la televisión no había invadido con su mensaje banal y soporífero las ilusiones de nuestra niñez. Eran los cowboys de John Wayne, Randolph Scott, Gregory Peck, era "Duelo al sol", y nosotros boquiabiertos esperando el puñetazo o el disparo de pistolero certero.
Los domingos teníamos la opción que ofrecía el oratorio de Don Bosco, en la iglesia San Juan Evangelista, una serie por capítulos (dos por domingo): Flash Gordon, "La araña inmortal", y los hermanos Bruzzone trajinando con los rollos de celuloide. Después el plato fuerte: "Las Arenas de Iwo Jima", la guerra y los japoneses, la imaginación infantil mezclada con quienes eran "los buenos" (¿quiénes "los malos"?). No faltaba Robin Hood, en su bosque de Sherwood, con la magia de Errol Flynn.
Todo esto es recuerdo. ¿Saben los chicos de hoy quién fue el cowboy James Stewar, el que se casa en una ceremonia india con una bellísima skaw, para volver y encontrarla muerta y entonces salir a buscar venganza? No, no lo saben.
Quizás jueguen al fútbol todavía, invierno y verano, como lo hacíamos nosotros sobre el empedrado de la calle Caboto.
Cómo nos inspiró y nos sigue inspirando el cine. Cómo enseña
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