


"Era un sábado, a las cinco de la tarde. Las paredes y los techos del Frigorífico, cuyos edificios monumentales se extendían junto al Riachuelo, como una inmensa, altísima y compacta masa blanca, habían adquirido, en aquel atardecer de mayo, suaves tonalidades azulinas."
"El habitual bosque de mástiles de aquel recodo del Riachuelo parecía más fantástico que nunca. Al comienzo de la Vuelta (de Rocha), el largo y alto casco de un barco, todo rojo, brillando al sol descendente, pintaba el agua con estremecimientos bermejos."
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